Hace
un mes y medio cuando nos dijeron que estaríamos confinados, intenté hacerme de
algunos alimentos y géneros que sabía me harían falta en este tiempo. Bueno,
cuando llegué no había papel higiénico, ni guantes (sigue sin haber), tampoco
desinfectante y tampoco leche (me las he arreglado haciendo bebida de nueces,
está rica y con lo que queda de filtrar el líquido, he hecho hamburguesas, así
que no ha estado mal del todo). Otra de las cosas que preparé fue jabón casero,
porque también escaseaba el que suelo usar para sobre todo, lavar. Tenía aceite
usado para reciclar y el resto de ingredientes, me los traje al mismo tiempo que
la reserva; como decía anteriormente. En mi balconcito (porque este menester
hay que hacerlo al aire), saqué un buen barreño que tengo para estas faenas y
me puse a confeccionar mi jabón casero que a día de hoy, me/nos está sacando de
bastantes apuros. Lo uso para todo. Fregar platos, lavarnos y ducharnos (porque
lo hago como las abuelas y no hay problema de que irrite), pero claro, primero tuvo
que pasar un tiempo antes de usarlo. Transcurrido más de un mes que lo hice, lo
corté en tacos como hacía mi abuela y ya
lo estamos usando hasta en el baño, como decía. A lo que iba, es al primer día
que lo usó mi marido. El gel se había terminado y sabíamos que en los
supermercados de la zona no quedaba. No tenía ni la Paquita de la esquina, así
que si ella no tiene, inútil buscarlo. Pues eso que decía, puse un buen taco en
el baño y otro en el lavabo. Mi familia se quejaba de que no hacía espuma y yo les
contesté que mejor, que así contaminamos menos. Luego me dijeron que la piel no
se quedaba tan suave y les contesté de nuevo, que es porque no tiene suavizante como los
que compramos y que por lo tanto, menos alergias nos producirá. También que el
pelo no brilla tanto y les hice la prueba de las abuelas. Ultimo enjuague de
pelo, con un chorro de vinagre. Volvemos a las costumbres antiguas. Ponemos
agua templada en el lavabo, un buen chorro de vinagre de vino y “vualà”, brillo
al canto y además unos de los mejores espantajos para los piojos (pero bueno,
de eso ahora nos libramos, porque con el confinamiento, no hay piejos que se
nos peguen de los peques del cole), ¡algo bueno tenía que tener esto! ¡Mira que
me enrollo! A lo que iba es que el primer
día que mi marido se duchó con el susodicho jabón, (parece que los astros se
confabulan) y con el mal humor de tener que restregarlo en la esponja, de la
contrariedad de este nuevo menester y yo que sé, que fue lo que le pasó (porque
no quiere contarlo, pero yo me lo imagino), el jabón se le escapó de la manos,
quiso cogerlo en el aire, este fue más ligero y cayó al suelo de la bañera
con el mal infortunio que lo pisó y ¡de pronto escucho un
estruendo, oh, Dios bendito, cuando pude entrar! Vi que había ido a dar con
todos sus huesos al fondo de la bañera. De la frente le salía un pequeño
chorrito de sangre, muy chiquito, pero por la forma en que chillaba y despotricaba,
parecía que se había roto la crisma. Al principio me asusté, pero nada, solo
había sido un simple susto de novato (nunca había tenido un trozo de jabón en
sus manos, no sabía de lo escurridizo que puede resultar y de lo bueno que es,
incluso para cuando le salen hemorroides (mi abuelo siempre lo usaba para ese
menester), así que dijo que no lo usaría nunca más. Pero no le quedó otra,
igual que los niños. Ahora al cabo de las semanas de confinamiento, dicen que
tienen el pelo suave, que la piel no les pica y e incluso, mi Maripaz que está
en la edad del pavo y de las espinillas, dice que se le están quitando y sin
las cremas de diseño como ella las llamaba y es que pienso yo, que las recetas
de las abuelas suelen dar muy buen resultado y como ahora todo el mundo hace
pan, acabaremos haciendo jabón, cremas con el aloe de la maceta esa del balcón que
está ahí pinchando cuando salimos a aplaudir y despotricamos de ella, e
incluso, la masa para las pizzas, la pasta natural y los bizcochos, pero esa es
otra, porque ya ni encontramos harina, ni levadura, así que aquí me veo haciendo
masa madre y sacando brillo a los azulejos de la cocina, porque ahora sí que se
ensucia. Antes parecía de exposición, pero ahora hacemos todo en ella y cuando
teníamos harina, hasta masa de sal y los adornos de mesa para la Navidad
próxima, porque la cuestión es estar entretenidos, que lo niños se sientan bien
y aprovechar al mismo tiempo hasta cada grano de harina y sobre todo, nuestro tiempo
que ahora es bastante. Y bueno, no digo nada de las horas que me paso meditando
en mi balconcito, cuando algún rayo de sol se cuela. Eso lo agradezco más que
la cervecita que me tomaba con los amigos el sábado en la terraza del bar del
Luis y es que no hay nada, como que te falte algo para valorarlo. ¡Otra cosa buena
que va tener este tiempo, porque lo que es cambiar, ayyy amigo, eso lo
contaremos otro día!
Nani. Abril 2020