Escucho
unos ruidos muy estridentes y al principio no consigo distinguir el lugar de
donde surgen. He prestado atención y observo
que vienen del bajo donde se encuentra el sótano y la cochera. Puede que
haya entrado un animal en algún descuido y se sienta atrapado, ─pienso. Bajo sin
tomar medidas de precaución y antes de terminar la escalera, me detengo para
escuchar con más atención. Parece que proviene del cuarto trastero, donde
guardamos los utensilios de limpieza y demás zarandajas. Me preocupa la cosa,
porque si todo ese alboroto proviene del cuarto trastero, lo tengo difícil para
defenderme porque ahí están las escobas, cepillos y mochos entre otros y no sé
con qué me voy a proteger de la contienda. Cuando parece que los jadeos bajan
de intensidad, me armo de valor y empujo la puerta, ¡qué Dios me ampare y su
santísima madre, ─me digo para animarme; y que no me suceda nada! Como decía,
empujo con mucho cuidado y observo atónita, como la escoba enviste al cepillo y
a su vez, el mocho gruñe algo ilegible y acomete a ambos. En ese instante y
gracias a que estoy ágil, esquivo un cepillo de raíces ha pasado rozando mi
cabeza, parece ser que lanzado por un bote de limpiacristales en principio y
que ahora está lleno de un compuesto un poco agresivo, para quitar manchas
resistentes a la grasa (suelo reciclar y se nota que tiene potencia). De una
esquina y con una bayeta a modo de tapabocas, un espráis contra los mosquitos
arremete con su fluido, contra el jabón de la lavadora y como ya no soporto la
trapisonda, doy una palmada y un ¡Basta ya!, donde todos los artículos digamos
de limpieza (ahora parecen de guerra), han parado en seco y unos han caído por
su propio peso al suelo, otros se han mantenido en el aire por unos segundos y
como por arte de magia, acaban amontonados como muertos en un instante.
Frenética como estoy y aturdida, porque lo que acabo de observar no se lo
creería ni el más aliado de los más pirados, pregunto toda enojada y a voz en
grito: ¿Se puede saber que ha pasado aquí y por qué? Un pequeño cepillo de
dientes ya en desuso para ese menester y que utilizo para limpiar las juntas de
los azulejos, se levanta tímidamente y me dice: En realidad todo lo ocurrido ha
sido provocado por un desafortunado comentario de la escoba, diciendo que sin
ella no habría limpieza, a lo que ha respondido el cepillo de barrer que es muy
orgullosa por creerse más antigua e importante. Le ha seguido el mocho,
diciendo que sin él no fregarían los suelos, no habría higiene y ha continuado
con los mismos argumentos el limpiacristales, la bayeta, el limpia hogar apto
para todo, el mata moscas y así, todos se han levantado en guerra. A mí me han
expulsado porque dicen que soy un intruso, así que aquí me hayo desterrado y
sin patria por un momento. Ni he puesto orden, ni he conseguido aceptación y
como ves, he terminado sin pelos y mellado.
Yo,
me restriego los ojos, no doy crédito a nada de lo que veo, escucho y me salgo
para respirar un poco. Cuando vuelvo a entrar, todos están colocados en su
sitio y pareciera que no haya ocurrido nada, pero si ha pasado, porque el pobre
cepillo de dientes es la baja más palpable. Me detengo y veo que al mocho le
faltan la mitad de sus poderosos flecos, el plumero intenta mantenerse intacto,
pero poco a poco observo como vuelan las plumas, al limpiacristales le descubro
un gran agujero por donde pierde combustible y el jabón, está todo derramado y
disimulado tras la caja de los juguetes. Sin dar crédito a lo que voy
descubriendo, un pequeño cubo que uso para todo, me comunica con vocecita de
apuro, que les ha podido la prepotencia. El querer cada uno de ellos ser los
mejores y los primeros y que cuando él mismo les quiso hacer ver que todos son un
complemento y ninguno puede ser útil sin el otro y se necesitan para los objetivos
a realizar, al no aceptarlo y queriendo cada uno tener razón, se formó esa
terrible guerra entre iguales, que ha terminado con heridos, bajas
definitivas y una crisis que costará
remontarla, ya que yo como señora de la casa, mandaré a paseo a más de uno y
con razón y además, si no se les bajan los humos, el objetivo estará perdido y
nada se podrá remontar.
Dudo
por un momento, me siento sobre la lavadora, medito y les digo: ¿Queréis ser
tan imbéciles como los de mi especie?
Pensadlo y luego cuando haga la compra vuelvo y me comunicáis que habéis acordado.
Os doy hasta el mediodía, después habrá consenso o como queráis llamarlo. Yo
escucharé y después se hará lo que haya que hacer, pero no permito ni más
bajas, ni tiras y aflojas, ni banderas, ni colores. Aquí estamos todos para que
la casa funcione y al que no le guste, que se baje de este mundo. ¡He dicho!
#52RetosLiterup
Nani.
Mayo 2020