El
amanecer apuntaba con un sol espléndido después de tantos días de lluvia. Me
apetecía salir a caminar, notar la caricia de los rayos solares y respirar el
aroma de las flores que ya apuntan en los árboles frutales, percibir la suave
brisa mañanera y sentirme acompañada por el dulce revoloteo de las primeras
mariposas, admirad sus múltiples colores y disfrutar las madrugadoras melodías
de los pajarillos saludando al nuevo día.
Sin
apenas darme cuenta atravesé el corazón de mi ciudad. Mis pasos se encaminaron
hasta “La Ciudad de la Luna”. Una vez allí, mis ojos se quedaron clavados en el
paisaje que tenía al frente espléndido como no podía ser menos. El panorama era
más hermoso si cabe, ya que después de unos meses cargados de lluvia, nieve y nieblas;
todo brillaba y resplandecía. El castillo que preside mi pueblo, brilla al
frente y luce a esas horas mañaneras, con todo su esplendor y belleza, esa
misma que llena de alegría a todo habitante cuando regresa sobre todo de un
largo viaje y le vislumbra a los lejos. Los primeros rayos de sol, le dan un
brillo dorado que parece hecho de oro y vida.
Nani.
Mayo 2018