Foto de una artista irlandesa llamada Miriam Sweeney
Hoy
hace dos años que hice el camino de Santiago de lo que me alegré sobre manera,
cuando nos confinaron, hace ya casi año y medio, puesto que de haberlo dejado
un poco, no lo hubiera podido realizar debido a la pandemia.
Salí
de mi tierra andaluza, caminando por campos y caminos que me indicaron amigos
peregrinos que ya habían realizado el mismo reto que yo me disponía a hacer,
con gran entusiasmo y alegría. Me facilitaron un croquis muy minucioso que
seguí al pie de la letra, que comenzaba en el camino Mozárabe desde Granada-Sevilla,
para continuar con La Vía de la Plata que me hacía mucha ilusión, ya que me
interesaba mucho encontrar calzadas romanas, historia y gastronomía.
Hice
noches en posadas, albergues y casas habilitadas para tal fin y cuando estaba
atravesando la provincia de Zamora y me faltaban escasos kilómetros para pisar
tierras gallegas, empezó a anochecer. Creo que no calculé bien el tiempo o quizá
me desvié. Empezó a cerrar la noche y no encontraba el albergue indicado en el
croquis. Hasta el momento no había tenido ninguna dificultad y empecé a
desconcertarme.
Comencé
a encontrarme incómodo, ya que en este último tramo no me encontré a ningún peregrino,
lo que me extrañó. No me había pasado a lo largo de todo mi camino, siempre
acababa llegando con alguien al que contaba o nos contábamos, nuestras propias
experiencias, dificultades y momentos cómicos vividos. En esas estaba, cuando
alguien no sabía de donde salió, me
preguntó que a donde me dirigía. No veía a nadie, hasta que me giré hacía el
lugar donde me pareció escuchar la voz. Allí había una mujer como envuelta en
bruma, que pareciera ir vestida con un modelo de novia, años veinte. Una
corriente eléctrica me bajó desde la nuca hasta el coxis. El desconcierto me
impedía articular palabra alguna por lo que volvió a preguntar:
─
¿Dónde vas?
Con
un hilo de voz, contesté:
─A
Santiago a cumplir con el apóstol. He salido de Andalucía y debo terminar el
camino que me han recomendado.
─
¡No te han ilustrado bien, ─contestó─, quién te ha indicado el camino, no te
quiere bien!
En
ese momento, me sentí tan indefenso que
no sabía si salir corriendo o retroceder y encontrar la verdadera ruta.
Como la figura adivinó mis pensamientos, me dijo:
─
El camino que sigues es el del fin del mundo. Si quieres llegar a Santiago debes
acercarte, besarme y te empujaré para sacarte del laberinto, en donde has
entrado.
Ya
más calmado y pensando que no me quedaba otra, puesto que estaba muerto de cualquier
modo, me acerqué, la besé entre olores que no sabría definir, pero que no eran
tan nauseabundos como en otro momento hubiera pensado.
De
pronto, me encontré en un lugar lleno de luz y un cartel que rezaba:
“Bienvenido al albergue del Santiño, donde o te queda poco o vas de vuelta. Que tengas una feliz
estancia”.
Nani. Junio 2021