Cogí semillas de
zanahoria y me puse a sembrar
con el afán de la labradora que he sido siempre. Las regué, moví la tierra y al
paso de unos días, salieron las primeras hojas. Estaba contenta con la cosecha
que parecía tendría. Pasadas un par de semanas comenzaron a asomar unos frutos
que no conocía. Me extrañó, pero esperé y una mañana cuando fui a ver mis
plantas, me quedé helada. Habían crecido una especie de cráneos con ojos, que me
miraban de una manera aterradora. Llamé a un especialista en cultivos
alucinógenos y me dijo que me estaban creciendo enanos hasta debajo de la cama.
COSECHA LITERARIA
Cogí semillas de
zanahoria y me puse a sembrar. Cavé,
introduje, tapé y esperé. Mientras tanto, me fui a ver a mis padres que estaban
pasando la gripe. Les hice calditos, se recuperaron y volví para ver como
seguía mi cosecha. Las hojas lucían esplendidas, por lo que me dispuse a
recolectar las que ya parecían estar en su punto. Tiré de ellas con todo mimo,
pero lo que nunca puede imaginar es que salieran aquellos bulbos extraños. Cogí
el primero y lo abrí. De su interior, se derramaron una gran cantidad de
letras. Las coloqué encima de la mesa y conseguí montar este relato.
Nani.
Noviembre 2021