Imagen de Amalia Márquez @amaliamarquez
Aparqué
y allí en medio de la nada, encontré un puesto que me atrajo y me recordó los
que ponían en las ferias del pueblo, donde podía adquirir pipas saladas de
girasol y tabletas de chocolate que combinaba y disfrutaba, degustando ambos
sabores al mismo tiempo, haciéndome subir al cielo. Mis papilas gustativas
siempre se activaban, cuando les ofrecía ambas combinaciones. Disfrutaba lo mismo
que en el circo cuando me reía hasta casi desfallecer con los números de los
payasos, así como me sobresaltaba con las parejas de trapecistas que conseguían
que mi corazón volara con ellos y se saliera casi por mi boca, cuando se les
escurría una mano, o caían a la red.
Pero
volviendo a lo que me hizo aparcar y llamarme la atención, fue el tenderete
frágil y casi en ruinas que había en aquella carretera que me conducía, aún no
sabía a donde.
Bajé
del coche y me acerqué, con la intención de pedirme mis dos sabores favoritos.
No había degustado ambas combinaciones desde quizá, cuando iba a la facultad y
había exámenes. Aquel capricho me ponía las pilas y creía que me ayudaría a
conseguir una buena nota. Más tarde comprobé que si no estudiaba, por mucha
combinación de chocolate más pipas de girasol, el milagro no se producía en
cuanto a nota, subir a cielo sí que subía, porque me transportaba la sensación
de placer que ambos sabores siempre me han proporcionado.
Cuando
estuve delante de la persona que regentaba el quiosco, pude percibir que, si
compraba algo de alimento, lo único que conseguiría sería intoxicarme. Aquellos
artículos eran todos del año de Maricastaña, por lo que opté por un periódico
que podía ser una joya, ya que todo aquello estaba detenido en el tiempo. La
prensa era del día 20 de julio de 1969 y en primera página, la foto enorme de
un Neil Armstrong, joven, sonriente y feliz. Pedí uno de los ejemplares, pagué
y salí de allí como alma que lleva el diablo, algo me decía que o me había
salido de mi dimensión o estaba a punto de entrar en otra. Nada me parecía coherente
y diciéndome interiormente: “Pies para que os quiero”, monté de nuevo en mi furgoneta,
puse el GPS que me indicó que girara a la derecha y después a la izquierda,
para seguir al frente y entrar en el mundo de los cuerdos o los vivos, porque
aquello fue un poco loco y sin sentido.
Nani. febrero 2023