Me
ha parecido que llaman y me asomo a ver quién necesita de mi o de mi hogar. Al
abrir he sentido un poco de vértigo, me he encontrado al filo de un precipicio
y al fondo un enorme vacío. No sé si está nevando o es polvo de estrellas lo
que me rodea, no sabría decirlo. Estoy aturdida. No hay nadie, por lo tanto me
habrá parecido que llamaban. En casa me encontraba muy bien, calentita y feliz
viendo una película, pero al sentirme tan sola y en esta cima me está dando
pavor. No sé si entrar de nuevo. Presiento que si retrocedo, voy a caer por un
abismo desconocido. Me está bajando tanto frío por la espada que me paraliza las
piernas y todo el cuerpo. Ahora quisiera tener alas para volar e ir a posarme
como las cigüeñas en la torre de la iglesia. Desearía ser golondrina o gorrión
y pasar desapercibida debajo de la hoja de un árbol o el alféizar de cualquier
ventana. Sé que alguien me vigila y siento como la orina me baja por las
piernas. Necesito ir al baño y no puedo moverme. Una mano muy helada roza mi cara
y grito, grito muy fuerte.
Mi madre me sacude, me dice que no grite que he tenido una pesadilla, que estoy en
casa. Le digo que me abrace y la beso con pasión. No quiero desprenderme de sus
brazos. El miedo es tan real, que aún tiemblo y no quiero ver qué realidad me
rodea y si es verdad lo que estoy escuchando.
Nani.
Marzo 2019