Magistral obra de Banksy, GAZA
Fui
reportero de guerra, emigré a miles de sitios y desde que me ocurrió lo que voy
a narrar, ya no pertenezco a ningún lugar.
Cuando
revelé el carrete de mi vieja Réflex me quedé impresionado. Nunca hubiera
imaginado que en aquel columpio por el que pasaba todos los días del trabajo a
casa y viceversa, solitario y ya oxidado, iban a quedar las huellas de aquellos
niños que ocuparon sus asientos y que un día fueron felices, asidos a las
cadenas e intentaban subir hasta el cielo.
Las
guerras y los conflictos a los que acudí me marcaron. Las desapariciones tras los
bombardeos me dejaron tocado, aun sabiendo que era mi trabajo, pero nunca tanto
como al comprobar que en una de las fotos que hice un día, ya hace mucho tiempo
y tenía olvidadas entre mis cachivaches, quedaron esas pequeñas sombras
infantiles aferradas a sus asientos, intentando prolongar sus juegos, sus
ilusiones y sus esperanzas, todas ellas frustradas y enredadas en ese columpio,
pendientes de algo que creo no hemos sabido gestionar los seres humanos,
esperando les demos un descanso. Desde entonces, no pertenezco a esta vida ni a
ninguna que pueda imaginar, me quedé atrapado con ellos.
Nani,
junio 2024